1 - Las dudas de San José por el nacimiento de su hijo

El nacimiento de Jesucristo sucedió así: su madre, María, estaba prometida a José, y antes del matrimonio, resultó que estaba encinta por obra del Espíritu Santo. [José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públi- camente, decidió repudiarla en secreto. Ya lo tenía decidido, cuando un ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: —José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Reflexión

Con frecuencia aparece en la Biblia que Dios habla a través de los sueños para comunicarse o indicar una misión. El sueño nos remite a la noche y a la oscuridad. También en esa situación Dios habla. José recibe en sueños la noticia de que el hijo que espera María es obra del Espíritu Santo. Dios hace las cosas a su modo y nunca deja de sorprendernos.

José siente dolor, no puede comprender por qué María ha actuado de este modo. Ex- perimenta que ha sido engañado, traicionado. Parece que la infidelidad vuelve a vencer. Su dolor se torna sufrimiento porque tiene que decidir repudiar a María aunque lo haga con discreción. Pero Dios, también en su noche oscura, le sale al encuentro.

Y ese dolor se convierte en gozo y dicha. A él se le encomienda la tarea como pa- dre del niño que va nacer: «le pondrás por nombre Jesús». Ponerle el nombre a Jesús significa que ese niño es de su propiedad, que él lo debe cuidar, educar, acompañar y criar. Y más gozo aún porque ese niño salvará a su pueblo del mal. Será el Enmanuel, Dios-con-nosotros.

Oración

San José, tú que eres un hombre justo y humilde, que vives desde la fe los momentos más difíciles de entender, enséñanos a confiar y a ponernos en las manos de Dios, cuando nos llegue la oscuridad, la duda o la tempestad.

San José, tú que recibiste el encargo de poner nombre al niño que nacerá, haz que nuestro gozo sea darnos sin medida a los demás, que todos los niños del mundo puedan tener padres, familia y hogar.

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2 - El nacimiento de Jesús en pobreza

“José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, a inscribirse con María, su esposa, que estaba encinta. Estando allí le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada”

Reflexión

La vida de San José no se entiende sin la vida de la Virgen María. Ambos llegan a Belén donde nacerá Jesús. Belén significa «casa de pan». Jesús nace en un pesebre pobre y sencillo. Al nacer en Belén, nace en el Pan. La pobreza del pesebre Jesús la convierte en riqueza porque Belén es casa de pan. Así actúa Dios, permite que su Hijo nazca en el lugar más pobre y humilde que se puede hallar, pero lo transforma en un lugar de riqueza, donde todos nos podemos alimentar de su pan. En el pesebre está Jesús al nacer, en el Pan de la Eucaristía estará al final de sus días.

José experimenta el dolor al ver que María da a luz a Jesús en la pobreza extrema de un pesebre en la ciudad de Belén. Es el mismo dolor que hoy sienten muchos padres que no tienen lo necesario para que sus hijos nazcan y crezcan con dignidad.

Pero su dolor se torna en alegría porque el que nace es el Hijo de Dios, el Mesías, el Señor que trae el alimento necesario para que todos los pobres de la tierra se puedan saciar.

Oración

San José, tú que eres hombre justo y fiel, ayúdanos a vivir con sencillez y sobriedad, que descubramos día a día que las cosas materiales no dan la felicidad.

San José, que viviste en pobreza y humildad, concédenos un corazón generoso para compartir lo que somos y tenemos con los más pobres, que llenemos nuestra pobreza con el Pan que Jesús nos da.

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3 - San José en la circuncisión de Jesús

“A los ocho días circuncidaron al niño y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel había dicho a María antes de su concepción”

Reflexión

José cumple con la tradición de la religión judía y lleva, junto a María, a circuncidar a Jesús. Con este ritual se comenzaba a pertenecer al pueblo de Dios, al pueblo de la Alianza. Dios cumple sus promesas y en su Hijo Jesús nos hace miembros de su familia. Jesús es el hijo de José y María pero pertenece por entero a Dios, es el Hijo de su propiedad. También nosotros, cuando fuimos bautizados recibimos el regalo de ser hijos de Dios. Nos marcaron y sellaron para ser cristianos y fuimos consagrados para pertenecer a la familia de Dios que es la Iglesia.

José siente dolor pues en la circuncisión el niño llorará. Es la primera sangre derra- mada de Jesús, que se consumará con la entrega de su vida en la cruz. Antes, en la última cena Jesús había dicho «esta es mi sangre que se derrama por vosotros». La sangre en la vida de Jesús está al comienzo y al final de sus días, es el signo más visible de su amor y de su entrega.

Pero José siente gozo y paz. Le pondrá por nombre Jesús que significa Dios salva. Es la alegría de saber que este Niño viene a traernos la salvación, la plenitud de vida y la felicidad.

Oración

San José, tú que fuiste hombre piadoso y fiel, que en tus brazos tuviste a Jesús, concédenos la gracia de amar como tú amaste al Señor.

San José, tú que transmitiste la fe a Jesús, que lo enseñaste a rezar y a hablar con el Padre Dios, haz que nosotros seamos siempre personas de oración y contemplación.

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4 - La presentación de Jesús en el templo

“Cuando se cumplieron los días en que ellos debían puri carse según manda la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Lo hicieron así porque en la ley del Señor está escrito: Todo primer hijo varón será consagrado al Señor. Fueron, pues, a ofrecer en sacri cio lo que manda la ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones. En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón. Era un hombre justo, que adoraba a Dios y esperaba la restauración de Israel. El Espíritu Santo estaba con él y le había hecho saber que no moriría sin ver antes al Mesías, a quien el Señor había de enviar”

Reflexión

Contemplemos esta escena. Jesús es presentado en el templo. José no reclama protagonismo alguno. José está, acompaña, cumple la ley de Moisés y presenta a Jesús para que sea consagrado como todo primogénito. Es el hombre del si-len-cio, de la contemplación y del ofrecimiento. Ya había meditado en su cora-zón que este niño sería grande y por eso se lo ofrece a Dios.

Simeón, hombre del Espíritu, aguarda la promesa que se consuma al coger en sus brazos a Jesús. También como José es un hombre justo y piadoso, por eso el mismo Dios le había concedido que no moriría sin antes ver al Salvador.

José siente dolor porque este niño será piedra de escándalo para muchos en su pueblo y signo de contradicción para aquellos que no lo acogieran en sus vidas. Jesús sería acogido por unos, al mismo tiempo que rechazado por otros.

Junto al dolor descubrimos el gozo profundo de José que lleva a Jesús hasta el templo para ser consagrado a Dios. Gozo también por acompañar a María para su purificación. Es el gozo de quien sabe estar en silencio, en segundo plano. Es el gozo de quien sabe acompañar.

Oración

San José, tú que eres un hombre de oración, que vives tu vocación de padre en el silencio, danos la capacidad de saber estar y acompañar a quienes sufren a nuestro lado y necesiten de nuestra presencia.

San José, hombre discreto y atento, concédenos servir sin hacer ruidos, sin buscar el protagonismo, para que de este modo podamos imitarte a ti.

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5 - La huida a Egipto

“Cuando se marcharon los magos, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: —Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y qué- date allí hasta que te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo. Se levantó, todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, donde residió hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que anunció el Señor por el profeta: Llamé a mi hijo que estaba en Egipto”

Reflexión

José, María y Jesús tampoco se libran de la persecución. Tienen que huir, tienen que emigrar. Hoy más que nunca familias enteras salen de sus tierras para buscar me- jores condiciones de vida. Y huyen de cualquier tipo de persecución a causa de las injusticias. La familia de Nazaret va a Egipto. Allí recordaran que el Pueblo de Israel estuvo sometido a la esclavitud. Hoy recordamos a muchas familias que no llegaron a sus destino final, sino que sucumbieron en el intento.

La lucha por el poder saca del hombre sus peores instintos. Si hay que matar se mata y todo queda justificado. Jesús huye de ese poder. Él tiene otro poder. Su poder es el del amor. El poder de Jesús, que aprendió de José y María es el no tener poder.

José siento un profundo dolor al tener que coger a María y a Jesús y llevarlos a Egipto, a un lugar seguro, lejos de su tierra. Es la única forma de salvar al niño. Es el mismo dolor de muchos padres y madres de nuestros días que tienen que emigrar y dejar sus familias, casas y tierras. Pero siente profundo gozo también, al saber que Jesús iba a estar fuera del peligro de la muerte, fuera del poder que asesina a niños inocentes. De Egipto Dios sacará a su Hijo. De Egipto Dios llamó a su pueblo para liberarlo de la esclavitud y conducirlo a la Tierra Prometida.

Oración

San José, tú que huiste a Egipto con María y Jesús, y supiste lo que es la persecución, haz que se busquen soluciones al drama de la inmigración.

San José, tú que cuidas de la Sagrada Familia, protege y guarda a todos los que salen de sus países, que nadie tenga que morir cuando lo que quieren es vivir.

Fortalece y consuela a los que son perseguidos por defender y testimoniar que son hijos de Dios y seguidores de Jesús.

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6 - Vuelta a Nazaret y temor por el Rey Arquelao

“A la muerte de Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: —Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerto los que atentaban contra la vida del niño. Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. Pero, al enterarse de que Arquelao había sucedido a su padre Herodes como rey de Judea, temió dirigirse allá.

Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea y se estableció en una población llamada Nazaret, para que se cumpliera lo anunciado
por los profetas: Será llamado Nazareno”

Reflexión

De nuevo Dios se comunica en sueños a José por medio de un ángel. La mi-sión que ahora se le confía es la de volver a su tierra, de la que partieron hu-yendo. Hacer el camino de vuelta significa confiar una vez más en los planes del Señor. Y José responde con prontitud. José nos enseña de nuevo a ponernos en camino para llegar al origen de nuestra historia personal de encuentro con Dios. Un tiempo nuevo se abre en nuestras vidas cuando volvemos para llegar al amor primero. Ese amor que dio lugar a que el Señor nos sedujera, nos lla-mara y nos mostrara lo que quiere de cada uno de nosotros.

José siente dolor y miedo de que Arquelao, que reinaba en Judea, pretenda matar al niño. El dolor y el miedo de saber que Jesús durante toda su infancia, al igual que durante toda su vida, será perseguido y acosado por los poderosos del mundo.

Pero a la vez siente un gran gozo porque volverán a su patria, a la ciudad de Nazaret de donde era María. En Nazaret se instalarán, vivirán como una familia humilde. José y María verán juntos crecer al Hijo de Dios.

Oración

San José, tú que en sueños escuchas la llamada de Dios y respondes con rapidez para cumplir su voluntad, concédenos el don del discernimiento para saber lo que Dios nos pide en cada momento de nuestra vida.

San José, tú que no te dejes vencer por las dificultades, haz que no nos vengamos abajo ante las adversidades. Cuida y protege a quienes por los caminos de la vida buscar orientar su corazón para hacer el bien.

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7 - Jesús perdido en Jerusalén y hallado en el templo

“Por las estas de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén. Cuando cumplió doce años, subieron a la esta según costumbre. Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo supieran. Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos. Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén. Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban atónitos ante su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo: —Hijo, ¿por qué nos has hecho esto?
Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. Él replicó:
¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre? ”

Reflexión

Cuántos padres y madres han perdido a sus hijos pequeños. Algunos lo han recobra- do con vida, otros sin ella. José también perdió a Jesús. A cualquier padre le puede pasar. Ante la pérdida, José y María angustiados y preocupados buscan a Jesús.

José nos enseña a buscar siempre a Jesús, pero en especial cuando estemos pasando un mal momento o cuando nos llegue el momento de la enfermedad y de dolor.

Pero José encuentra al niño. Quizás donde no lo podía imaginar. Estaba en la casa de su Padre que es el templo. Al encontrarlo José calla, contempla, hace silencio y seguro que lo abraza. Este niño se debe dedicar a las cosas de su Padre Dios, aunque José no lo llegue a comprender. Para eso ha venido para cumplir el plan de Dios entre nosotros.

José siente dolor que toma la forma de angustia porque han perdido a Jesús a la vuelta de Jerusalén. Son momentos de tensión, de nervios, de ansiedad. Es el dolor de sentir que alguien en tu vida ya no está. Pero también vive un intenso gozo que se convierte en alegría profunda al hallarlo en el templo. Jesús está en su casa y todos los que le escuchan se quedaban admirados. Es el gozo desbordante que también nosotros experimentamos cuando nos encontramos con Jesús en la casa de Dios.

Oración

San José, tú que no quisiste separarte de María y Jesús, y viviste siempre cuidando de los dos, consuela y fortalece a las familias rotas y angustiadas que sufren algún tipo de separación.

San José, tú que encontraste a Jesús en el templo, ayúdanos a descubrir la presencia de Dios en nuestras vidas para que podamos servirte en los pobres y en los que sufren, y concédenos reconocer a Jesús vivo en tu Palabra y en la Eucaristía.

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