Carisma y Misión

El Carísma de la Madre de Desamparados es “vivir en la Iglesia el seguimiento de Cristo, configurándose con su actitud de caridad misericordiosa, de amor total que sale al encuentro de las necesidades materiales y espirituales para remediarlas”.

Todas nuestras religiosas, dentro de nuestro especial carisma, se sienten entregadas al servicio de la Iglesia en la Congregación, ya que su vocación es eclesial por su origen y porque contribuyen a la edificación y perfección del Cuerpo de Cristo.

 Movidas por una singular llamada del Señor, todos los miembros de la Congregación se dedican como objeto principal a ejercer el amor misericordioso en favor de los ancianos, niños, jóvenes pobres y personas en situación de vulnerabilidad, amparándolos y educándolos cristianamente. También es importante considerar a todos los que aun teniendo posibilidades económicas, necesitan de afecto, cultura y formación espiritual y humana.

Carisma Madre Petra

Un rasgo propio de su carisma, que caracteriza fuertemente la vida de Madre Petra, en todas sus dimensiones, es la ternura maternal.

Su propia experiencia humana le ayudará también a valorar grandemente lo que significa el amor tierno, desinteresado y eficaz de una madre. Y, por vocación, se sentirá llamada a practicarlo con todos, especialmente con los desamparados que Dios pone en su camino.

Igualmente descubrirá que es voluntad de Dios que ese rasgo caracterice también a la Congregación fundada por ella, por lo que establecerá en la Constituciones que sus religiosas se llamarán Madres, para significar con este nombre que, atraídas por la caridad, han de ser, para los desamparados, lo que las madres son para sus hijos, por el amor natural. 

La devoción a la Virgen María y a San José, como los seres que estuvieron más cerca de Jesús, y mejor encarnaron su mensaje de amor, es otro distintivo carismático de Madre Petra y de sus Hijas; pero hay que advertir que estas devociones no tienen sólo una expresión cultual, sino también vivencial.

En efecto, los valores vividos por la Virgen María y San José —trato continuo con Jesús, confianza ilimitada en la Providencia de Dios, espíritu de servicio, humildad, sencillez, disponibilidad, delicadeza, alegría, fortaleza en las adversidades, laboriosidad, sentido de responsabilidad— son parte integrante del patrimonio humano y espiritual de la Congregación.